El barro constituye un material natural, que se viene utilizando desde hace miles de años como tratamiento terapéutico y cosmético.
El barro tiene propiedades refrescantes, antiinflamatorias y cicatrizantes porque está constituido por los minerales existentes en el agua y la tierra y por su alto contenido en oligoelementos. Al evaporarse el agua, el barro se transforma en un elemento libre de contaminación y con las cualidades de tonificar, desinfectar, hidratar, estimular, pulir y depurar la piel. Así ha sido desde tiempos inmemoriales. Debido a esto es que, antiguamente, era utilizado por griegos, romanos, árabes y otras civilizaciones para el tratamiento curativo de distintas enfermedades.
Uno de los más conocidos es el barro del Mar Muerto, que se diferencia del resto de barros por su elevada concentración en minerales y oligoelementos, muy conocidos por sus propiedades curativas y purificantes.
Desde la antigüedad, los barros del Mar Muerto han sido utilizados en tratamientos complementarios para dolores musculares, reumatismo, artritis, celulitis, psoriasis, eczemas y otras enfermedades dermatológicas.
Con respecto a sus propiedades cosméticas, el barro limpia la piel de forma profunda y la nutre, actuando como rejuvenecedor, antiarrugas, antiseborreico, anticelulítico, exfoliativo, revitalizador, etc.